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Sirenas músicas. Miniatura inglesa |
Ariel
era una joven y apuesta sardijer hija
de un marino que naufragó en altamar y se casó con una sardina. Su única
afición era el mundo viajar, investigar el mundo marino y hacer amigos. Hasta
tal punto era así, que pasaba la mayor parte del día buceando y buscando nuevos
horizontes en mares y océanos. En uno de sus viajes conoció a Blanquito, un hermoso arenque del que se
enamoró y al que conquistó con su gracia, su belleza y los sones de su mágica
música. Con ayuda de sirenas y tritones construyó un palafito junto a una isla,
en el que unieron sus vidas para siempre. Fruto de su amor, nacieron cuatro
preciosas areniñas, que pronto de
convertirían en hermosas arenjeres,
inteligentes y atractivas, con un torso grácil de pequeños senos, y unas
caderas suaves terminadas en una plateada cola con aletas que se movían con tal
elegancia que parecían bailar al son de sus melodías. Brazos y aletas las
hacían invencibles en la carrera y sus cerebros le permitían una posición
envidiable entre los demás habitantes del mar.
Años
después Ariel se quedó embarazada de nuevo. Blanquito recibió la noticia con
alegría, siempre había sido un buen padre y deseaba aumentar su prole, para la
que auguraba un futuro brillante. Pero algo iba mal, el embarazo duraba mucho
más de lo estipulado y el abdomen Ariel creció y creció hasta parecer que iba a
estallar. Fue entonces parió el esperado retoño, una pezjer, que por el aspecto y el tamaño parecía cachajer, con un torso grácil de pequeños senos, y unas caderas
suaves terminadas en una negruzca cola y unas aletas que se movían con torpeza
y brusquedad arrastrando todo lo que estaba a su alrededor.
Días
después, un hermoso cachalote que rondaba con frecuencia alrededor de la isla
apareció muerto, y todos en el mar miraron suspicaces a Blanquito, que había
conseguido reunir el mayor banco de sardinas de toda la historia. Mientras
Ariel permanecía recluida en su palafito.
Desconozco los detalles y la situación pero compadezco a Ariel.
ResponderEliminarNo debe ser fácil rechazar a un cachalote macho acosador, si no, que le pregunten al capitán Ahab.
Real como la vida misma. Cada uno responde por sus actos.
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