Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

jueves, 16 de marzo de 2017

El valor de la palabra dada

Estudio de un anciano, de Jan Lievens
˗˗Yo era pequeño, —contaba Bisabito al terminar la comida, rodeado de su numerosa familia- pero nunca olvidaré el día que fallecieron mis padres y me fui a vivir a casa de mis abuelos, ni cuando éstos murieron y me acogió mi otra abuela. Poco después fueron unos tíos míos los que me llevaron a su casa, y así siguió mi vida hasta que, huérfano y sin familia terminé en un orfanato. Al cumplir la mayoría de edad y encontrar un trabajo pude, por fin, rehacer mi vida y fundar una familia y, el mismo día en que tuve mi primer hijo, prometí públicamente que jamás permitiría que ni él ni los que estaban por llegar, pasaran por lo que yo tuve que pasar, que jamás los dejaría solos, y os obligué a todos a repetirlo en el momento en que tuvierais descendencia.
˗˗Y así lo hicimos, contestaron todos al unísono, levantando la copa.

˗˗Hoy, rodeado de mis hijos, nietos, biznietos y tataranietos —terminó orgulloso el discurso—, celebro mi cumpleaños, apagando las ciento setenta velas de esta tarta.

5 comentarios:

  1. Era un pelín gafe, eso si más quisera yo tener su palabra dada... o no

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  2. Mala suerte al inicio, pero una firme determinación que le llevó a un futuro mejor para él y los suyos. Puede haber otras versiones sobre si es mejor o no, parecen satisfechos juntos.

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  3. Parecen satisfechos, parecen felices, pero, sobre todo, parecen unidos

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