Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 27 de julio de 2018

Ocaso

Le salon burguesa, de James Ensor

Frente a la chimenea, el marqués observaba el retrato que le hicieron de joven, con sus galas militares, enmarcado en plata. Solo la vieja alfombra de piel de tigre, ennegrecida por el humo, y dos candelabros de bronce daban algo de calidez a la estancia, llena de sombras y recuerdos.
Sobre la repisa del hogar, entre las figuras de porcelana, la foto de su boda, varios libros polvorientos encuadernados en piel granate, una gran telaraña que le produjo un amargo sentimiento de decadencia. Sin plantearse la posibilidad de quitarla, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.

viernes, 20 de julio de 2018

Derechos de autor

Evangelistas san Marcos y san Lucas, de Mathias Stom


El Juez Supremo desestimó la denuncia interpuesta por Marcos contra Mateo, Lucas y Juan por plagio. No había registrado su obra.

viernes, 13 de julio de 2018

Clase de lengua

Escuela rural de Edeard Lamson Henry

—El ejercicio de hoy —explicaba el maestro— será para practicar el tema de los sufijos y prefijos de la clase de ayer. Habíamos hablado de los aumentativos y diminutivos, de los que forman nombre, verbo o adjetivo y los que, por su origen, podríamos clasificar de latinos o griegos. Pues bien, haremos ejercicios. Os encargaré a cada uno un grupo y tendréis diez minutos para escribir al menos una palabra en la que aparezca un sufijo o un prefijo.

Los pequeños se concentraron en la tarea y, conforme fueron acabando, levantaron la mano.

—A mí me gusta el grupo de los aumentativos, diminutivos y demás. Por ejemplo, guapo puede ser guapito, guapejo, guapote o guapísimo, que es como decir caratonto, regular, no está mal, o mola mucho.
—Bueno, Carlitos, es una manera de entender las cosas, pero no es exactamente eso lo que quiero.
—Yo tengo una duda. A mí me gusta utilizar más los prefijos que los sufijos. Por ejemplo, con la misma palabra de Carlos, guapo, uno puede ser guapo a secas o superguapo, hiperguapo o megaguapo o incluso hipersupermegaguapo, según moles más o menos.
—¡Déjalo estar! Tendremos que dedicar una clase solo a los hiper, super, megas y otras zarandajas.
—Yo he utilizado prefijos griegos, concretamente algia, archi, céfalo, hiper, fobia, fonía, grafia, ista, patía, tecnia y terapia.
—¿Y qué has hecho con todo eso?
—Una palabra, profe.
—¿Solo una?
—Es que mi madre padece de dolor de cabeza, se pone muy nerviosa cuando le da la crisis y no es capaz de hablar ni escribir. Confunde las palabras, creo que debería ir a un  Archiespecialistahipertécnicoterapeutaparalapatíadisfónicodisgráficafóbicacefalgista.

Sonó la campana y, con la algarabía habitual, los niños abandonaron sus pupitres y salieron corriendo al recreo.

viernes, 6 de julio de 2018

La casa de los abuelos

Reloj con ala azul, de Marc Chagall

Recuerdo mis inviernos pasados, el frío de las habitaciones y la oscuridad de los días. En el salón se ensoñoreaba el silencio, solo roto por el crujir de la madera en la chimenea. Frente a ésta, mi abuelo en su sillón de orejeras con tapicería de flores y pájaros beis, sienas y rosados. Alrededor, mi padre, mis hermanos y yo, sentados, absortos en el juego de luces y sombras del hogar, y del tic-tac monótono del reloj de pared, marcando las horas, los días, los años.

El salón se fue haciendo más pequeño y silencioso, mi padre encaneció y el calor de la mesa camilla nos reunía frente a la radio que descansaba sobre la chimenea, traicionada por el calor del butano. Encima de la tarima, dos figuras de porcelana, los retratos de boda de mis abuelos y mis padres, y cinco o seis libros de piel granate con ribetes dorados. En la pared, el reloj, marcando el paso de los días, de los años.

Hoy, ya cansado y plateado, en el sillón, cubierto por una tela granate que tapa los pájaros y las flores de la tapicería, me siento en absoluto silencio. Observo la chimenea apagada,  los accesorios dorados y el antiguo soplillo arrinconados, los retratos de las bodas de mis padres, abuelos y mía, las figuras de porcelana sobre la tarima cubierta de una fina capa de polvo, y la luz horizontal de la ventana iluminando el viejo reloj.
Paso así las horas perdidas y sigo el ritmo cansino del tiempo indefinido y el sonido de las campanadas, que señalan los cuartos y las medias ganadas y las horas perdidas. El reloj, sobre la chimenea, continúa marcando los años.