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Escuela rural de Edeard Lamson Henry |
—El
ejercicio de hoy —explicaba el maestro— será para practicar el tema de los
sufijos y prefijos de la clase de ayer. Habíamos hablado de los aumentativos y
diminutivos, de los que forman nombre, verbo o adjetivo y los que, por su origen,
podríamos clasificar de latinos o griegos. Pues bien, haremos ejercicios. Os
encargaré a cada uno un grupo y tendréis diez minutos para escribir al menos
una palabra en la que aparezca un sufijo o un prefijo.
Los
pequeños se concentraron en la tarea y, conforme fueron acabando, levantaron la
mano.
—A
mí me gusta el grupo de los aumentativos, diminutivos y demás. Por ejemplo,
guapo puede ser guapito, guapejo, guapote o guapísimo, que es como decir caratonto, regular, no está mal, o mola
mucho.
—Bueno,
Carlitos, es una manera de entender las cosas, pero no es exactamente eso lo
que quiero.
—Yo
tengo una duda. A mí me gusta utilizar más los prefijos que los sufijos. Por
ejemplo, con la misma palabra de Carlos, guapo, uno puede ser guapo a secas o superguapo, hiperguapo o megaguapo o
incluso hipersupermegaguapo, según
moles más o menos.
—¡Déjalo
estar! Tendremos que dedicar una clase solo a los hiper, super, megas y otras zarandajas.
—Yo
he utilizado prefijos griegos, concretamente algia, archi, céfalo, hiper, fobia, fonía, grafia, ista, patía, tecnia
y terapia.
—¿Y
qué has hecho con todo eso?
—Una
palabra, profe.
—¿Solo
una?
—Es
que mi madre padece de dolor de cabeza, se pone muy nerviosa cuando le da la
crisis y no es capaz de hablar ni escribir. Confunde las palabras, creo que
debería ir a un Archiespecialistahipertécnicoterapeutaparalapatíadisfónicodisgráficafóbicacefalgista.
Sonó
la campana y, con la algarabía habitual, los niños abandonaron sus pupitres y
salieron corriendo al recreo.